Pasear por sus calles estrechas encaladas, nos lleva atrás en el tiempo con sus callejuelas blancas y encantadores patios frescos llenos de macetas de mil colores.
La Plaza de España, conocida popularmente como la Plaza de los Pescaitos, tiene sus orígenes en el siglo XVI. Rodeada de palmeras datileras y con unos inmensos arbustos de buganvilla como telón de fondo. En 1957, se construyó una fuente en el centro de la plaza, a base de azulejos sevillanos cuyos chorros de agua, salen de las bocas de unas ranas esmaltadas.
La Iglesia del Divino Salvador, es una iglesia del siglo XIV, que muestra una bella evolución del arte gótico-mudéjar, renacentista y barroco. Su minarete sigue en pie, aunque ahora está coronado por un campanario.
La calle Arcos de las Monjas, es probablemente la más fotografiada del lugar, debido a la estética (y práctica) sucesión de contrafuertes que sujetan los muros, cuya razón de ser fue un terremoto en el siglo XVIII. El arco, además, da acceso al barrio de la Judería, otro de los imprescindibles salpicado de tiendas de artesanías locales, galerías de arte y algún que otro café con encanto.
Es uno de los pueblos (oficiales) más bonitos de España. sus patios floridos hasta arriba de azulejos al más puro estilo nazarí, situado a orillas del río Barbate y a apenas ocho kilómetros de distancia de la costa.
Vejer de la Frontera es un placer para todos los sentidos. Vejer es luz, belleza y sur. Este viaje ha sido la oportunidad de regresar con mil historias, con una paleta de mil colores y yo me quedo con todos.