Por esto, nos vamos volando con Fe y con los ojos cerrados, a un destino que significa: Patrimonio, tradición, gastronomía, música. Podríamos estar refiriéndonos a muchos lugares de España, pero si sumamos: Mezquita, Alcázar, patios, salmorejo, Cristo de los Faroles, Julio Romero de Torres, aterrizamos de golpe en Córdoba.
Para mí, además, es sentimiento, buena gente y sangre en las venas, porque gran parte de mi familia nació allí: mi padre, mis abuelos, mis tíos.
En la Mezquita, la luz del sol y el olor a azahar son tus guías. Laberinto de columnas de mármol, jaspe y granito que recuerdan a un palmeral. Desde su torre, las vistas son espectaculares. En su interior, aún pueden verse huellas de su construcción. Desde esta torre el muecín llamaba a los fieles a la oración y fue cristianizada, al igual que la antigua Mezquita, tras la Reconquista en 1236.
El Alcázar de los Reyes Cristianos es un palacio y una de las fortalezas más maravillosas de España, tanto por su historia como por su belleza. Toda una experiencia para perderse en los siglos de historia andaluza, testigos de batallas y reinados.
El recetario cordobés ha sabido sacar el mejor partido a los productos de la sierra y de la campiña. Una de sus recetas estrella, el salmorejo. De hecho, en una de sus calles, puedes ver su receta en baldosines.
Imposible estar Córdoba más bonita en primavera. "La regaora" se encarga de sus flores. Es tiempo de echarse a las calles, asomarse a los zaguanes de las casas-patio, en las que los geranios, gitanillas y pendientes de la reina se engalanan de fiesta.
El conjunto arqueológico Madinat Al -Zahra, también conocida como "la ciudad brillante", se construyó en el año 936 por Abd al-Rahman III y durante unos años fue capital de al-Andalus.
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